"Si volviera a nacer volvería a ser enfermera", asegura Marita no sin cierta nostalgia desde la pequeña banqueta de madera en la que permaneció durante nuestro encuentro en su casa una fría tarde de sábado. De esta manera resume esta mujer luchadora, tenaz y vital, toda una vida dedicada con pasión a esta profesión, ya que desde los diecisiete años hasta los sesenta, se ha entregado en cuerpo y alma a curar a los demás. Pero las piruetas macabras del destino han cambiado las tornas y hace poco más de tres años fue ella la que se vio obligada a pedir ayuda cuando la angustia en que se sumía hizo que saltara la señal de alarma: "Fue cuando más hundida estaba cuando me decidí a llamar a la ONCE para que me orientaran". Una operación de cataratas la había sumido en la sombra de la ceguera, se encontraba sola y desamparada. Ahora trata de afrontar las circunstancias "como puedo y sé". Marita se vale de su fuerza, su inteligencia, el poder de los recuerdos, la magia de las canciones, y el consuelo de los sentimientos para construir su día a día, gracias a la colaboración de algunas personas que desde la ONCE o Cruz Roja le han tendido una mano, y al cariño de algunos -"pocos"- amigos. Al contrario que su vista ella es una mujer llena de luz que ama la música, la pintura y las piedras. Como reflejo de ello su casa dibuja un paisaje poético donde los payasos que ha pintado desde hace años conviven con los cuarzos, los vivos colores que adornan todos los rincones y el sonido del transistor que la acompaña desde el dormitorio. Durante mi visita Marita me regaló muchas cosas; unas gemas preciosas, el nombre de una flor de su bosque imaginario.. y sobre todo, su experiencia: "No sé para qué te servirá mi vida, yo te la doy como el que da los órganos para que los demás se beneficien". Y este es el resultado de las palabras que ella nos ha prestado:
"Mi vida no es interesante, es una vida corriente que ahora está muy limitada porque estoy dependiente de todos. Sin embargo, los sentimientos siguen, es lo más importante, pero no es suficiente. Necesito ver cuando llueve, necesito ver cuando amanece, necesito ver cuando las flores salen. Ya no tengo flores en mi terraza, ni nada. Pero, los sentimientos están ahí. Vivo de los sentimientos porque cuando uno está como estoy yo, el corazón está más tierno que nunca. Agradezco mucho todo lo que hacen por mí, porque tengo gente que me ayuda. No mucha, porque cuando ocurre una situación como esta la gente desaparece, y los que tienes incondicionales también tienen problemas y tampoco se pueden dar tanto. Tengo el corazón más tierno que nunca, y agradezco mucho todo.
Necesito ver el rojo del amanecer que canta Luz Casal. El último color que veía era el azul. Los sillones de la ONCE están tapizados de azul. Ocurrió hace ya tres años cuando me sometí a una operación de cataratas, y me hicieron un empastre. Estuve menos de un mes que si que veía y estaba muy contenta. Pero había un reloj en la habitación del hospital y me di cuenta de que el cuadrante inferior derecho no lo veía. Y se lo dije al médico pero no me hizo caso. Después noté que esto me ocurría con otras cosas, pero tampoco me hicieron caso. Y luego, se acabó en menos de un mes desde la intervención del primer ojo. Aún así luego me operé el segundo. Fue una pérdida progresiva de visión rapidísima. En el ambulatorio me dijeron que me darían unas gotas para dilatar la pupila, pero que no había nada que hacer. Les contesté que entonces ya no volvía y así fue mi despedida. Fui al monitor del ordenador de ventanilla y les dije que borraran la fecha de la cita siguiente. No he tenido suerte con los médicos, no he tenido suerte yo..
Necesito muchas cosas... Entre otras, el cariño, la amistad. Y pasa que cambia la situación de uno mismo, molestan los ruidos y molestan las personas, que ves que cumplen pero no les sale del corazón, eso molesta bastante. Pero claro, hay que aguantar, hay que disimular... ¿tú crees que se puede disimular?
Mi vida sigue de una manera rutinaria. Voy a la ONCE, hago actividades allí. Me lleva un taxista que me espera en la puerta del ascensor aquí en casa y después me lleva hasta el mostrador de la ONCE. Los viernes voy alternando tapiz, por las tardes, y cestería, por las mañanas. Los martes voy al psicólogo y a braille. Estuve haciendo grabado y estampación. Todo esto entretiene, claro. Y allí la gente es amable y cordial. Está muy bien lo de la ONCE, es una manera de estar un poco protegido. Además de todo eso, ahora la Cruz Roja también tiene voluntarios. Viene un voluntario que me acompaña los sábados por la mañana para andar un poco, porque es que si no... Él me va avisando de todo porque el pavimento está fatal, y de momento todo va fenomenal, aunque hoy por ejemplo he tropezado y he perdido el equilibrio.
Y esta es mi vida tonta. Tengo una vida tonta. Lo único que tengo son los impulsos, porque el espíritu de lucha que tenía ya no lo tengo. Voy cambiando. Hay que conformarse, pero no es fácil. Y al mismo tiempo no se me va el espíritu infantil que tengo; ¿Será que no estaré acabada de hacer? Fíjate si estoy tontita que a toda la gente de la ONCE que he ido conociendo les he ido poniendo el nombre de una flor o de un árbol. Tuve una temporada al principio que me entretenía así. Con la imaginación he hecho un bosque muy bonito. Te voy a decir algunos árboles de los que tengo allí: tengo un almendro, que es el que más quiero; también hay un olivo; un peral; un roble. Tengo muchos. También hay un eucalipto, y hay flores... Hay un bambú, y una jacaranda. Hay muchas cosas allí metidas, en mi bosque imaginario. Pero aún tenía yo más ilusión. Ahora tengo menos. Y tengo baches, claro; hay días que estoy más hundida, aunque no del todo. Esto no quiero que quede triste, pero muy alegre no puedo estar.
Me gustan las canciones. Las canciones de lucha: Serrat, Víctor Manuel, Silvio Rodríguez, Miguel Ríos... La verdad es que sólo nos quedan las canciones, ¿sabes?, porque mira que está todo mal. Pero ya no puedo luchar. Estoy en otro mundo, aunque dicen que es el mismo mundo, porque en este mundo cabemos todos: los ciegos, los cojos, los deportistas. Todos. Esa es la verdad, y yo lo sé, y me lo creo... pero, cambia la situación.
Me acuerdo mucho de la gente, de las personas a las que he querido. La memoria no la tengo mal- ¡Menos mal!, ¡Qué no se me vaya la memoria!- Además tengo una necesidad de recordar, y quiero saber la raíz de las palabras.. ¿Cómo se llama eso? ¿Episte..? Ahora, hay una cosa clara: Los sentimientos no se acaban con la ceguera. Aunque el peor enemigo de la ceguera es la soledad, esa es la verdad. Pero es mi destino. ¿Cómo paso yo el tiempo?. Hago punto, unas cosas me salen mejor que otras... También pinté, en las clases de grabado. Pintaba cajas con los dedos, y algunas eran muy bonitas. Parece mentira pero hago cosas aquí, y pienso mucho. Rezo todos los días porque uno se agarra a un clavo ardiendo. Pero no me creo nada porque si lo piensas hay muchas contradicciones, aunque no hay que pensarlo. Tengo una lista a la que aclamo todos lo días: San Pedro de Padua, San José, el Jesús de Medinaceli, el Cristo de los Milagros. Y a mi madre, a ella también le rezo. Porque rezar es gratis y no tiene contraindicación. Lo que más me interesan son las personas. También me gustan las piedras de cuarzo, y las de río. ¡Qué raro es esto! Me gusta todo, siempre me ha gustado todo. Se ve que he sido vital, pero ahora no estoy igual. También me gustan, pero... Y una cosa muy importante: Necesito hablar, necesito hablar...".
DESTACADO: "Con la imaginación he hecho un bosque muy bonito. Allí tengo un almendro, un olivo, un peral, un roble. También hay un eucalipto, y hay flores... Hay muchas cosas allí metidas, en mi bosque imaginario."
"Mi vida no es interesante, es una vida corriente que ahora está muy limitada porque estoy dependiente de todos. Sin embargo, los sentimientos siguen, es lo más importante, pero no es suficiente. Necesito ver cuando llueve, necesito ver cuando amanece, necesito ver cuando las flores salen. Ya no tengo flores en mi terraza, ni nada. Pero, los sentimientos están ahí. Vivo de los sentimientos porque cuando uno está como estoy yo, el corazón está más tierno que nunca. Agradezco mucho todo lo que hacen por mí, porque tengo gente que me ayuda. No mucha, porque cuando ocurre una situación como esta la gente desaparece, y los que tienes incondicionales también tienen problemas y tampoco se pueden dar tanto. Tengo el corazón más tierno que nunca, y agradezco mucho todo.
Necesito ver el rojo del amanecer que canta Luz Casal. El último color que veía era el azul. Los sillones de la ONCE están tapizados de azul. Ocurrió hace ya tres años cuando me sometí a una operación de cataratas, y me hicieron un empastre. Estuve menos de un mes que si que veía y estaba muy contenta. Pero había un reloj en la habitación del hospital y me di cuenta de que el cuadrante inferior derecho no lo veía. Y se lo dije al médico pero no me hizo caso. Después noté que esto me ocurría con otras cosas, pero tampoco me hicieron caso. Y luego, se acabó en menos de un mes desde la intervención del primer ojo. Aún así luego me operé el segundo. Fue una pérdida progresiva de visión rapidísima. En el ambulatorio me dijeron que me darían unas gotas para dilatar la pupila, pero que no había nada que hacer. Les contesté que entonces ya no volvía y así fue mi despedida. Fui al monitor del ordenador de ventanilla y les dije que borraran la fecha de la cita siguiente. No he tenido suerte con los médicos, no he tenido suerte yo..
Necesito muchas cosas... Entre otras, el cariño, la amistad. Y pasa que cambia la situación de uno mismo, molestan los ruidos y molestan las personas, que ves que cumplen pero no les sale del corazón, eso molesta bastante. Pero claro, hay que aguantar, hay que disimular... ¿tú crees que se puede disimular?
Mi vida sigue de una manera rutinaria. Voy a la ONCE, hago actividades allí. Me lleva un taxista que me espera en la puerta del ascensor aquí en casa y después me lleva hasta el mostrador de la ONCE. Los viernes voy alternando tapiz, por las tardes, y cestería, por las mañanas. Los martes voy al psicólogo y a braille. Estuve haciendo grabado y estampación. Todo esto entretiene, claro. Y allí la gente es amable y cordial. Está muy bien lo de la ONCE, es una manera de estar un poco protegido. Además de todo eso, ahora la Cruz Roja también tiene voluntarios. Viene un voluntario que me acompaña los sábados por la mañana para andar un poco, porque es que si no... Él me va avisando de todo porque el pavimento está fatal, y de momento todo va fenomenal, aunque hoy por ejemplo he tropezado y he perdido el equilibrio.
Y esta es mi vida tonta. Tengo una vida tonta. Lo único que tengo son los impulsos, porque el espíritu de lucha que tenía ya no lo tengo. Voy cambiando. Hay que conformarse, pero no es fácil. Y al mismo tiempo no se me va el espíritu infantil que tengo; ¿Será que no estaré acabada de hacer? Fíjate si estoy tontita que a toda la gente de la ONCE que he ido conociendo les he ido poniendo el nombre de una flor o de un árbol. Tuve una temporada al principio que me entretenía así. Con la imaginación he hecho un bosque muy bonito. Te voy a decir algunos árboles de los que tengo allí: tengo un almendro, que es el que más quiero; también hay un olivo; un peral; un roble. Tengo muchos. También hay un eucalipto, y hay flores... Hay un bambú, y una jacaranda. Hay muchas cosas allí metidas, en mi bosque imaginario. Pero aún tenía yo más ilusión. Ahora tengo menos. Y tengo baches, claro; hay días que estoy más hundida, aunque no del todo. Esto no quiero que quede triste, pero muy alegre no puedo estar.
Me gustan las canciones. Las canciones de lucha: Serrat, Víctor Manuel, Silvio Rodríguez, Miguel Ríos... La verdad es que sólo nos quedan las canciones, ¿sabes?, porque mira que está todo mal. Pero ya no puedo luchar. Estoy en otro mundo, aunque dicen que es el mismo mundo, porque en este mundo cabemos todos: los ciegos, los cojos, los deportistas. Todos. Esa es la verdad, y yo lo sé, y me lo creo... pero, cambia la situación.
Me acuerdo mucho de la gente, de las personas a las que he querido. La memoria no la tengo mal- ¡Menos mal!, ¡Qué no se me vaya la memoria!- Además tengo una necesidad de recordar, y quiero saber la raíz de las palabras.. ¿Cómo se llama eso? ¿Episte..? Ahora, hay una cosa clara: Los sentimientos no se acaban con la ceguera. Aunque el peor enemigo de la ceguera es la soledad, esa es la verdad. Pero es mi destino. ¿Cómo paso yo el tiempo?. Hago punto, unas cosas me salen mejor que otras... También pinté, en las clases de grabado. Pintaba cajas con los dedos, y algunas eran muy bonitas. Parece mentira pero hago cosas aquí, y pienso mucho. Rezo todos los días porque uno se agarra a un clavo ardiendo. Pero no me creo nada porque si lo piensas hay muchas contradicciones, aunque no hay que pensarlo. Tengo una lista a la que aclamo todos lo días: San Pedro de Padua, San José, el Jesús de Medinaceli, el Cristo de los Milagros. Y a mi madre, a ella también le rezo. Porque rezar es gratis y no tiene contraindicación. Lo que más me interesan son las personas. También me gustan las piedras de cuarzo, y las de río. ¡Qué raro es esto! Me gusta todo, siempre me ha gustado todo. Se ve que he sido vital, pero ahora no estoy igual. También me gustan, pero... Y una cosa muy importante: Necesito hablar, necesito hablar...".
DESTACADO: "Con la imaginación he hecho un bosque muy bonito. Allí tengo un almendro, un olivo, un peral, un roble. También hay un eucalipto, y hay flores... Hay muchas cosas allí metidas, en mi bosque imaginario."
3 comentarios:
Yo soy la peonía en el jardín imaginario de marita...
no solo te quedan las canciones,marita...piensa....
Qué bonito texto!!
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