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y algún que otro secreto de esas noches en que la luna nos sonríe

jueves, 8 de mayo de 2008

Los Ojos Viejos -extracto

Como todas las semanas desde hacía ya cinco años, aquel martes de febrero el suburbano también se retrasaba unos minutos, puede que los mismos desde que él decidió contarlos de manera obsesiva, movido por el sopor que le producía la espera de aproximadamente diez minutos en aquel banco raído, el de la izquierda siempre que fuese posible. Era un día bastante soleado para el mes de febrero pero el frío se colaba igualmente entre sus ropas, así que agradeció el excesivo calor que desprende la calefacción del metro en los meses más fríos del año. Aquella mañana, como muchas otras, andaba ensimismado, torpemente, y apenas miró la cantidad de gente que se agolpaba en el vagón luchando con mayor o menor sigilo por alcanzar alguno de los pocos asientos libres. Se apoyó en la pared, incapaz de participar de aquella locura de empujones, pisotones y demás. Cansado ya, tan pronto.


Alzó la vista para observar con fijeza a los viajeros que habían logrado disfrutar del placer de viajar sentados: un par de mujeres cincuentonas que hablaban sin parar de otras mujeres probablemente también cincuentonas y, casi seguro, amigas suyas, que tal vez viajaran en ese momento en otro vagón comentando alguna miseria de las primeras; un hombre trajeado, quizás comercial, que seguro rozaba la treintena, mirando atento por la ventana, casi más fuera que dentro; una anciana muy elegante, cuidadosamente maquillada a la que conocía de vista y a la que siempre recordaba sentada exactamente en ese asiento y con la misma expresión serena que en aquel momento dejaba entrever; sentado justo a su lado, un hombre de mediana edad que leía ensimismado un diario gratuito, el mismo con el que, dos filas detrás comenzaba a abanicarse exageradamente, como si quisiese compartir su calor, una señora de unos sesenta años que apenas cabía en una butaca poco generosa... Pensó que una de las paradojas que encierra el metro es que, pese al continuo ir y venir de personas de toda edad y condición, uno siempre tiene la sensación de haberlas visto antes.


Publicado: Ayuntamiento de Paterna

Relato ganador Concursos Jóvenes 2004

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