Hay…Carmela! ¡Qué problema tengo! Es decir… tenemos. ¡Todos tenemos un problema!
¡Un gran problema, por cierto!
Pero…
Bendito problema. Quisiéramos cien, mil como ese. Todos los días, todas las horas.
Si fuera un poeta sería fácil glosar sobre la primavera, el mar o la dulzura del amor…
Pintaría, o mancharía, - según – el lienzo de la conciencia con intensos golpes de color para transmitir sentimientos, vivencias….
Pero no lo soy. Y no sé… no sabemos como expresarlo.
Por eso tengo – tenemos – un problema.
¿Cómo decirte que te queremos sin resultar cursis o, mucho peor, tontos?
¿Cómo expresar el cariño y la ternura que sentimos por alguien que no es ni nuestra madre, ni nuestro padre; ni nuestro hijo ni nuestra hija; ni nuestro hermano ni nuestra hermana; pero que sin embargo es todo eso y mucho más?
Porque eres todo eso y mucho más.
A ver…mírame.
Esos ojos… estoy viendo… ¿al tío Federo? ¡Claro! ¿A mi padre? ¡También! Al yayo Federo?¡ Incluso.!
Esa mirada…. ¿Quieres parpadear por favor? Hace mucho tiempo, es verdad… pero es la mirada de la yaya María, y de la tía Maruja…¡Seguro!
Y detrás de esos ojos y esa mirada azulada nos precipitamos de inmediato en el calmado y sosegado lago de nuestra niñez… que tú has compartido como nadie, aportando la templanza y el amor que sólo el sosiego de tu espíritu es capaz de dar… de darnos. Porque nuestra niñez la recordamos en calma, en paz.
Esas fotografías que has visto, y muchas más, ¡todas! que se han quedado en nuestras casas… tus casas… no son nada con las auténticas vivencias que cada uno de nosotros llevamos cosidas en los pliegues de nuestra alma.
Intuyo que todos compartimos la misma sensación. Rebuscando hasta en las más antiguas percepciones de nuestra memoria… allá en la Plaza de la Santa Cruz tercero puerta seis… papás, mamás, primos, primas, tíos y tías, vecinos, amigos… en cualquiera de las situaciones … La gripe de unos, el chichón de otros, las cenas de Nochebuena, la riada del 57, las bodas, bautizos y comuniones, el invierno y el verano, las fallas y falleras, San Jurjo y La Fe (con ingreso o de visita), los viajes a Lourdes, la Semana Santa del Grao, cuantos momentos…. Todos los momentos. Pero siempre , repito ¡siempre! … aparece la tía Carmen. Y aparece en paz, con tranquilidad, como un seguro para todos, a alguien a quien dirigir la mirada para convencernos de que todo está bien…
Siempre es fácil, a toro pasado, pensar en lo que deberíamos o no deberíamos haber hecho. Es más, ese error, aún sin querer, lo seguimos cometiendo todos los días. Pero en tu caso, tía, ten por seguro que no nos lo hemos planteado nunca. No creo que haya habido día alguno en que te haya faltado un beso de alguien de nosotros, ni un buenos días ni un buenas noches. Cada uno de nosotros hemos tenido la conciencia de que la tía Carmen estaba arropada, cuidada, mimada, querida. Una caricia de Mireia ha sido la caricia de todos, una llamada telefónica de Óscar ha sido la llamada de el resto de los sobrinos… Y, te lo puedo asegurar, porque te queremos. Así de simple. Así de sencillo.
Será una barbaridad lo que voy a decir pero para mí siempre has sido el condimento nunca picante ni estridente que ha atado todas las salsas de nuestra convivencia.
Pero siendo eso, el pasado, importante, no se puede comparar en absoluto con el presente, con hoy mismo, con el ahora…
Míranos a todos, despacio, uno por uno….
¿Qué ves?
Yo te lo diré: Ves amor. Ves cariño. Ves ternura. Ves agradecimiento. Ves ¡alegría! Sobre todo ¡Mucha alegría!
Y es ahora ,en este momento, cuando tienes la oportunidad de mirar desde una gran perspectiva, cuando esos trozos de ese cariño, ternura y amor, están a tu alrededor y sabes que que no saben como decirte lo que te quieren, también ves en ellos a tus padres, a tus hermanos, y seguro que los estarás recordando con la misma alegría con que nos ves a nosotros porque ellos también somos nosotros.
¿Sabes una cosa? ¿Te la digo?
No tienes nada de suerte. ¿Y sabes porqué? Porque la suerte es algo aleatorio que se encuentra uno sin pedirlo.
Pero tú no tienes suerte. Tú tienes mucho más que suerte, porque lo que tienes no se puede medir ni pesar, anida en tu corazón y no se puede ni comprar ni vender. Sólo se puede dar y recibir. Y eso sí; tú lo has dado en cantidades eneormes( y los sigues dando) y lo has recibido (y lo sigues recibiendo) en la misma proporción.
Insisto, no me gustaría parecer un cursi pero te voy a decir una palabra en nombre de todos y que contiene todos los sentimientos que seguro no he logrado transmitir con esta perorata:
¡Gracias tía! ¡Muchas gracias por tu cariño!
¡Un gran problema, por cierto!
Pero…
Bendito problema. Quisiéramos cien, mil como ese. Todos los días, todas las horas.
Si fuera un poeta sería fácil glosar sobre la primavera, el mar o la dulzura del amor…
Pintaría, o mancharía, - según – el lienzo de la conciencia con intensos golpes de color para transmitir sentimientos, vivencias….
Pero no lo soy. Y no sé… no sabemos como expresarlo.
Por eso tengo – tenemos – un problema.
¿Cómo decirte que te queremos sin resultar cursis o, mucho peor, tontos?
¿Cómo expresar el cariño y la ternura que sentimos por alguien que no es ni nuestra madre, ni nuestro padre; ni nuestro hijo ni nuestra hija; ni nuestro hermano ni nuestra hermana; pero que sin embargo es todo eso y mucho más?
Porque eres todo eso y mucho más.
A ver…mírame.
Esos ojos… estoy viendo… ¿al tío Federo? ¡Claro! ¿A mi padre? ¡También! Al yayo Federo?¡ Incluso.!
Esa mirada…. ¿Quieres parpadear por favor? Hace mucho tiempo, es verdad… pero es la mirada de la yaya María, y de la tía Maruja…¡Seguro!
Y detrás de esos ojos y esa mirada azulada nos precipitamos de inmediato en el calmado y sosegado lago de nuestra niñez… que tú has compartido como nadie, aportando la templanza y el amor que sólo el sosiego de tu espíritu es capaz de dar… de darnos. Porque nuestra niñez la recordamos en calma, en paz.
Esas fotografías que has visto, y muchas más, ¡todas! que se han quedado en nuestras casas… tus casas… no son nada con las auténticas vivencias que cada uno de nosotros llevamos cosidas en los pliegues de nuestra alma.
Intuyo que todos compartimos la misma sensación. Rebuscando hasta en las más antiguas percepciones de nuestra memoria… allá en la Plaza de la Santa Cruz tercero puerta seis… papás, mamás, primos, primas, tíos y tías, vecinos, amigos… en cualquiera de las situaciones … La gripe de unos, el chichón de otros, las cenas de Nochebuena, la riada del 57, las bodas, bautizos y comuniones, el invierno y el verano, las fallas y falleras, San Jurjo y La Fe (con ingreso o de visita), los viajes a Lourdes, la Semana Santa del Grao, cuantos momentos…. Todos los momentos. Pero siempre , repito ¡siempre! … aparece la tía Carmen. Y aparece en paz, con tranquilidad, como un seguro para todos, a alguien a quien dirigir la mirada para convencernos de que todo está bien…
Siempre es fácil, a toro pasado, pensar en lo que deberíamos o no deberíamos haber hecho. Es más, ese error, aún sin querer, lo seguimos cometiendo todos los días. Pero en tu caso, tía, ten por seguro que no nos lo hemos planteado nunca. No creo que haya habido día alguno en que te haya faltado un beso de alguien de nosotros, ni un buenos días ni un buenas noches. Cada uno de nosotros hemos tenido la conciencia de que la tía Carmen estaba arropada, cuidada, mimada, querida. Una caricia de Mireia ha sido la caricia de todos, una llamada telefónica de Óscar ha sido la llamada de el resto de los sobrinos… Y, te lo puedo asegurar, porque te queremos. Así de simple. Así de sencillo.
Será una barbaridad lo que voy a decir pero para mí siempre has sido el condimento nunca picante ni estridente que ha atado todas las salsas de nuestra convivencia.
Pero siendo eso, el pasado, importante, no se puede comparar en absoluto con el presente, con hoy mismo, con el ahora…
Míranos a todos, despacio, uno por uno….
¿Qué ves?
Yo te lo diré: Ves amor. Ves cariño. Ves ternura. Ves agradecimiento. Ves ¡alegría! Sobre todo ¡Mucha alegría!
Y es ahora ,en este momento, cuando tienes la oportunidad de mirar desde una gran perspectiva, cuando esos trozos de ese cariño, ternura y amor, están a tu alrededor y sabes que que no saben como decirte lo que te quieren, también ves en ellos a tus padres, a tus hermanos, y seguro que los estarás recordando con la misma alegría con que nos ves a nosotros porque ellos también somos nosotros.
¿Sabes una cosa? ¿Te la digo?
No tienes nada de suerte. ¿Y sabes porqué? Porque la suerte es algo aleatorio que se encuentra uno sin pedirlo.
Pero tú no tienes suerte. Tú tienes mucho más que suerte, porque lo que tienes no se puede medir ni pesar, anida en tu corazón y no se puede ni comprar ni vender. Sólo se puede dar y recibir. Y eso sí; tú lo has dado en cantidades eneormes( y los sigues dando) y lo has recibido (y lo sigues recibiendo) en la misma proporción.
Insisto, no me gustaría parecer un cursi pero te voy a decir una palabra en nombre de todos y que contiene todos los sentimientos que seguro no he logrado transmitir con esta perorata:
¡Gracias tía! ¡Muchas gracias por tu cariño!
J. M. CORACHÁN
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